Los expertos coinciden en que existe una relación estrecha entre la calidad de nuestro descanso y nuestro rendimiento deportivo. Dicha relación es recíproca: si descansamos adecuadamente, podremos afrontar el esfuerzo del ejercicio con mayor energía acumulada, y nuestro cuerpo tendrá la capacidad para distribuirla y emplearla del modo más eficiente posible. Si, además, llevamos a cabo un ejercicio adecuado durante nuestra jornada, a la hora de dormir también habremos quemado la energía suficiente como para disfrutar de un descanso mucho más reparador.
Sabemos que la realización de ejercicio previo al sueño puede ser un método para evitar el insomnio. Sin embargo, como sucede con cualquier medida, no hay que llevarla a un extremo. Si nos extenuamos antes de acostarnos, es posible que nuestro cuerpo no consiga recuperar las fuerzas en el tiempo regular de sueño; es por ello que a veces nos despertamos incluso más cansados, y notamos que necesitamos más horas todavía de descanso. Pero un ejercicio demasiado breve tampoco será útil. Es preciso realizarlo de manera moderada, y preferiblemente dejar un intervalo de tiempo entre el final del mismo y la hora de dormir.
Los deportistas habituales están de acuerdo en que una parte importante de su preparación se encuentra en el descanso adecuado. Ello no significa tener que pasar demasiadas horas durmiendo, ya que no es la manera más idónea de recuperar fuerzas. Lo ideal es un mínimo de siete horas, pero no más de nueve, en casos en los que realmente hayamos quemado bastantes energías. Una planificación adecuada del sueño es el complemento perfecto a la dieta para conseguir aprovechar al máximo el ejercicio físico.