La salud de nuestra espalda debe comenzar en la infancia. A diario nos escandalizamos cuando vemos las posturas que escogen los más pequeños en casa o en el colegio; o cuando les contemplamos encogerse bajo mochilas gigantes, de camino a clase. Tan importante como corregir estos malos hábitos es el proporcionarles un lugar de descanso adecuado, que evite los problemas que pueden producirse durante el sueño de manera involuntaria. Con ello conseguiremos, además, reducir sus posibles trastornos de comportamiento. Un niño que descansa adecuadamente tendrá menos posibilidades de desarrollar hiperactividad, irritabilidad o falta de rendimiento escolar.
Como norma general para niños de cualquier edad, debemos escoger un colchón firme. No es imprescindible que sea especialmente duro, pero tenemos que asegurarnos de que no se deformará, ni durante las horas nocturnas ni a consecuencia de posibles juegos. Lo mejor para conseguir esto es optar por un modelo viscoelástico. Algunos fabricantes elaboran colchones para niños, clasificados según grados de firmeza (de uno a tres); esta gradación se aplica en función de la edad y del peso.
Debemos procurar, también, que el modelo elegido tenga una buena transpiración y repela los ácaros. Por otro lado, es importante que los niños duerman con unas condiciones térmicas adecuadas: ni frío ni calor. Hay que ajustar bien, en cada época del año, la cantidad y el tipo de las sábanas y mantas que utilicen.
Es importante que la cama en la que duerman les permita libertad de movimientos, sobre todo en el intervalo de edad en el que muestran mayor inquietud, como puede ser de cuatro a ocho años.